miércoles, 12 de julio de 2017

W. B. Yeats: crepúsculo


Dar forma a lo común




Turbamulta. Antigua. Estados del ánimo. Nacida del fuego. Volver a narrar. De un modo distinto.
Decirle a un niño que las cigüeñas traen a los recién nacidos, es también decirle la verdad, escribía Freud, en 1927, en El porvenir de una ilusión
Título que resulta revelador por sí mismo.
Es la ilusión que se le dice una verdad, la verdad del tipo de verdades que el infante espera, lo que hace que éste, y Freud con él, construyan la idea de que el cuento de las cigüeñas es un modo, extraño, pero un modo, al fin, de narrar un origen, general y propio.
Contar y cantar. Crepúsculo y alba. Pasado y porvenir. Narrativas. Formas del relato, la relatio, relación, entre lo eminentemente personal y lo inocultablemente comunitario.
Mitologías, como esas narraciones que tornan en formas colectivas que moldean y dan forma a lo común. Configurando, así, una gran historia de la humanidad, habría señalado Campbell.
Si en la ilusión estuviere el porvenir, parafraseando a Freud, cada época no ha de tener sino las mitologías que se merece. Las que se gana. 
Aquellas que la dimensión de su espíritu y arrojo le granjea, habría de con toda razón reclamar W.B. Yeats.
Para la suya, el entresiglo del XIX al XX, el gran poeta irlandés, trajo a los de su tiempo hadas, demonios, elfos y más. Un mundo distinto, arguye, del malogrado mundo nuestro.
Porque “las cosas que un hombre ha oído son hilos de vida”, y la “esperanza y la memoria tienen una hija, cuyo nombre es arte”, escribe el poeta.
Lo que sin haber sucedido jamás, ocurre (aún), es siempre, si hemos de parafrasear la definición atemporal que de lo mítico se atribuye a Salustio. 
Esas narraciones, para seguir a Yeats, que hacen ver que, de pronto, ha habido en el ayer común, hay en el ahora propio, seres “que tienen un espíritu dentro”.
 Así sea que, en el lugar de los bosques, lagos y montañas, se hallen también esos hombres “que no quieren sino ver maldad”.
De los celtas, Yeats trae al presente, su presente, el nuestro, la certeza de que hay “estados incorpóreos del ánimo”, espíritus que al envejecer conservan la ligereza de los sueños.
Renovadas narrativas, de lo nuevo en lo vetusto, de lo añejo en el porvenir, que merecen, por toda verdad, una ilusión y la de miles.

Un porvenir.

@atenoriom

No hay comentarios:

Publicar un comentario